sábado, 10 de marzo de 2012

Hijo del Dragón: El viaje I

En barco marcha, en agua fría y negra,
donde el frío se ve y los hombres no llegan,
para buscarles a sus dioses unas nuevas tierras.
Allí en la nieve, hierro y sangre;
Combate fiero, eso le resarce.

martes, 6 de marzo de 2012

Hijo del Dragón: comienzo.

Nacido del fuego y la destrucción,
Criado con miedo y con dominación,
Salió de su morada, perdido
Hacia lo inmenso desconocido.
No hallará consuelo o compasión,
Pero es fuerte, el Hijo del Dragón.

Heijastus

Una risa macabra brotó del interior de la noche, como chasquidos incoherentes de una lengua extraña, llegó hasta mis oídos y los pobló de curiosidad. En una callejuela cubierta, de un sótano emergía una luz fría, como el invierno echo un solo color. Tras esa ventana de un blanco clínico se cernía la figura de aquel que hubiera esperado otro tiempo mejor, de aquel que mirando su reflejo en el agua parecía caer en un abismo. Sus gestos eran abruptos, se podría decir que "maltrataba" a los objetos no intencionadamente. En su rostro se podía contemplar una mueca indescriptible, como si al mirarte al espejo este tuviera un desliz y te reflejara incorrectamente, como si la luz le gastase una broma a tus propios ojos. En esa mueca reconocía facciones y palabras, dibujos y conceptos de lo mas profundo de mi mente que escapaban a la vigilancia intensa del sentido común. En tanto que me hallaba absorto observando a este peculiar ser sin nombre ni esencia la risa macabra sonó de nuevo, ésta vez cercana, retumbando en mis entrañas. Sobresaltado ladeé mi cabeza para, no sin asombro, observar otro rostro igualmente conocido, pero esta vez no era el desliz de un espejo, era la caricatura grotesca de un lado yermo de mi mente. Una sensación acuciante arrastraba a mi ser, en ese rostro de pétreo semblante; en esa carcajada sombría descompasada de la expresión actual se encontraban el miedo y el cinismo, la severidad y la agresividad, todo ello en una sola cara. Éste segundo individuo soltó una mirada de soslayo al del interior, con el que ahora me sentía identificado, en el que ahora me veía reflejado... El cual era yo mismo... el siniestro hombre que otrora me encontrara a su lado miraba desde fuera, rotos los ojos y furiosa la expresión, con mi propia cara, con mi misma cara, aquel hombre me llenó de pavor.