miércoles, 5 de septiembre de 2012

Cuento de no acabar

Aquí aguardo yo en el postigo del lamento,
esperando a oír lo que me dice el viento,
belleza; del espíritu alimento,
lánzame al arte con tiento,
musa, dueña eres de mi aliento.

En las calles de Castilla me abandono,
en su color antiguo me refugio,
ésta soledad no me la perdono,
camino, paseo, pensando en mi mismo cabeceo.

Por los días continúa mi periplo,
en un momento me giro y la veo.
Una vez más pienso en mí mismo y cabeceo,
las horas pasan, habito en mi cerebro,
ya de vuelta a casa me mareo,
me siento destrozado, como devorado por el can cerbero.

Al día siguiente ya he salido de los infiernos,
mañana nueva y nuevos pensamientos,
de nuevo en travesía me encamino,
la veo de nuevo, me hace sentir un niño...

Débil y frustrado me marcho a casa, acongojado.
La quemazón y el desaliento
vuelven a hacer de mi alma un lugar yermo.
me siento, lo pienso.

Otra vez en calle,
armado de valor, no sea que falle,
me la cruzo de nuevo,
de cerca, con detalle.

Puedo oler su aroma de jazmines,
su sonrisa limpia y simple: sublime,
sus ojos color de miel, me hacen estremecerme,
ese brillo, ese carisma, esa luz al pasearse,
su propia presencia parece del brillo de las estrellas burlarse...


¿Por qué necesito un título?

Llegan tiempos de cambio, tiempos de desidia, tiempos de espanto, tiempos de cambio. En éste lúgubre e inescrutable momento, en esta vorágine colosal de juicio inoportuno mi semblante se tiñe pardo y oscuro, como el ocre de la muerte en otoño... Las piedras que uso para los muros de mi mente cada vez son mas romas, cada vez afilan menos su compostura de modo que las ráfagas de la vicisitud llegan de cuando en cuando a golpearme impíamente, exponiendo descarnados sentimientos que vomito sobre lo poco que queda en pie y estos, sin ejercer de cemento lo hacen de ácido, uno que corroe y no preserva... Cauteloso en la llamada a mi ayuda encuentro las viejas muletas que una vez tirara dentro de mi alma, mudando la aflicción y reserva para con el mundo exterior, descorazonado por el hálito de la decisión perdida no logro hallar el viento que me impulse, supongo que perdiendo ya a uno de los pilares del ánimo habré de encontrar otro posible sustituto, si es que la columna derruida se puede construir de arriba a abajo. No hay cosa peor que tender puentes sobre el abismo cuando no conoces lo que presenta el otro lado. En estos tiempos de incertidumbre solo queda guardarse del odio y la tristeza y usar el valor como coraza, seguir adelante y nadar una vez más por esta melaza amarga que no ofrece el mas mínimo gusto de dulzor o de alivio durante un tiempo indefinido. Sólo espero encontrar reposo en una orilla de tierra humilde y reconfortante tan pronto como me sea posible. Lo bueno es que los tiempos oscuros son tierra fértil donde cultivar los escritos.