lunes, 28 de mayo de 2012
Vuelven las reflexiones
He estado pensando, pensando en la apoteosis de la creación humana, en la mismísima catarsis de su ejecución como conciencia. He estado pensando en los años y los siglos, he estado pensando en el futuro, en el porvenir ignoto y en la construcción del presente, que se yergue sobre las cenizas y cimientos del pasado. He estado pensando en lo que nos depara, en lo poco que significan para nuestra entera especie pequeñas cosas como el dinero o la ambición, la economía y las modas, cosas que sin embargo hacen respirar al animal que es la sociedad. Me he preguntado, si alguna vez de esta vibrante y convulsa amalgama de pensadores y pensamientos, de hipócritas, genios, héroes, amantes, eminencias, imprudentes y sátrapas podrá salir el bien más absoluto o el mal más deplorable. Me he preguntado si aguarda una respuesta en los confines del universo, y si por fin, con la ruptura de la ultima frontera, el espacio, se unirán la esperanza y las naciones, si en un futuro que yo como ser efímero e intrascendente no lograré contemplar, pero en el que siempre habitaré si queda un humano que se pregunte que mora dentro de su alma, la distinción del dinero desaparecerá también totalmente. He estado pensando que el odio es inútil, que la misma concepción resulta absurda, y que, poniendo a tela de juicio el breve tiempo que nos agudiza el amor por la vida, es una lástima y una pérdida de tiempo lo que hacen ciertos hombres o mujeres, como puede ser consagrar su vida al odio. Sólo espero y ambiciono que se aprenda la lección de nuestra propia indecencia, que se vea que somos una raza en su temprana adolescencia, y que la vida y nuestra perpetuidad son demasiado delicadas como para dejarlas caer en las manos del odio, el olvido, la traición o la abominación. Veo como el mundo hace de fénix, volviendo cenizas lo que no le conviene para hacerlo renacer de ellas de una forma nueva y adaptada, ara hacerlo renacer con evolución y conciencia, pues todo lo que creamos es un pedazo mismo de nuestra propia alma. Yo sólo espero que el bien, que para mi no necesita nombre como el de Dios, el de Humanidad, Caridad, Ciencia o Progreso, ahonde en el corazón y sobre todo en la mente de las personas para que la humanidad completa, de la que soy orgulloso miembro, alcance con paso firme y apaciguado a desterrar las vicisitudes del tiempo, y a nuestro peor enemigo hasta hoy: nuestras costumbres. Solamente hace falta una cosa para todo esto: paz.
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